

Si una relación de pareja nos hace daño y no es posible cambiar esos patrones disfuncionales, lo más sensato es ponerle punto final. Sin embargo, a menudo es más fácil decirlo que hacerlo. Hay personas que se quedan atrapadas en una relación de pareja dañina y no logran salir de su red. ¿Por qué es tan difícil salir de una relación tóxica?
Existen mil y un motivos para aferrarse a una relación tóxica, desde el miedo a quedarse solos hasta la reticencia a comenzar de nuevo. Sin embargo, todas esas razones se supeditan a un hecho: el nivel de satisfacción que aporta la relación.
Aunque parezca extraño mezclar en la misma frase las palabras “satisfacción” y “pareja tóxica”, lo cierto es que todas las relaciones que establecemos deben satisfacer al menos mínimamente algunas de nuestras necesidades.
Cuando una relación deja de satisfacer por completo nuestras necesidades, simplemente ya no tenemos alicientes para seguir invirtiendo en ella, por lo que no experimentamos la ambivalencia emocional que nos ata y la ruptura es inevitable. Sin embargo, las relaciones tóxicas suelen tener un componente “adictivo” que nos mantiene atrapados en su red.
El componente adictivo de las relaciones tóxicas
Por muy dañina o tóxica que sea una relación de pareja, no suele ser completamente negativa pues en ese caso sería mucho más fácil cortar los lazos. Aunque la relación vaya mal, no siempre es así. También hay periodos o días “buenos”.
La persona que normalmente se muestra distante o incluso agresiva también puede mostrarse afectuosa y considerada, generando momentos de serenidad y alegría en medio de la tormenta. Eso hace que el otro miembro de la pareja se ilusione convenciéndose de que se trataba solo de una “mala racha” o de que realmente todo puede cambiar.
Esos altibajos emocionales son particularmente intensos en las relaciones tóxicas y actúan a nivel cerebral casi como una droga. Cuando la relación va bien, genera experiencias muy positivas que sirven como recompensa, haciendo que a la persona maltratada le resulte extremadamente difícil renunciar a esos momentos casi “felices”.
Aunque resulte paradójico, las personas pueden aferrarse con más fuerza a una relación tóxica que a otra que simplemente se ha desgastado con el paso del tiempo, porque las sume en una montaña rusa emocional. En Psicología, este fenómeno responde a un programa de reforzamiento variable.
En práctica, la frecuencia con que recibimos la recompensa (cariño, atención…) influye en nuestras decisiones y comportamientos. Cuando la frecuencia es variable, significa que la recompensa es impredecible, de manera que no podemos saber cuándo la recibiremos. Sin embargo, tenemos la esperanza de recibirla en algún momento – y eso suele ser motivación suficiente.
De hecho, las investigaciones han demostrado que los programas de reforzamiento variable conducen a intentos muy persistentes por obtener la recompensa pues esperamos que el siguiente intento dé sus frutos. Un estudio realizado en la Universidad de Harvard, por ejemplo, reveló que el reforzamiento variable puede hacer que seamos de 2,5 a 3 veces más perseverantes. ¿Cómo es posible?
Pensamos que un último intento podría conducir al ansiado premio, por lo que nos mantenemos atados a esa ilusión. Pendientes de la próxima experiencia positiva, no pensamos con claridad porque nuestros lóbulos frontales prácticamente se “desconectan”, como sucede en las adicciones.
Lo mismo ocurre en la relación de pareja: nos convencemos de que si esperamos un poco más, esa persona podría cambiar y todo iría mejor. Nos convencemos de que el próximo periodo bueno será el definitivo. Ese patrón contribuye a explicar por qué es tan difícil salir de una relación tóxica.
Cuando los malos momentos refuerzan los buenos
Curiosamente, el patrón de reforzamiento inconsistente que se instaura en las relaciones tóxicas es precisamente uno de los incentivos para mantener a las personas atrapadas en esa red. Los malos momentos hacen que los buenos parezcan mejores. Es como cuando bebemos agua con mucha sed.
En una mala relación, los buenos momentos proporcionan una recompensa doble porque no solo aportan algo positivo, sino que también borran lo negativo. La persona puede sentirse tan aliviada porque la traten bien, por recibir atención y cariño, que los centros de recompensa del cerebro reciben una estimulación más intensa.
Por desgracia, eso refuerza el ciclo tóxico, otro fenómeno conocido como reforzamiento negativo. De hecho, la eliminación de los sentimientos aversivos aumenta las probabilidades de que una conducta se repita, mucho más que una simple recompensa positiva. En práctica, la sensación de liberación y consuelo que podemos experimentar, aunque sea momentáneamente, refuerza aún más la relación dañina.
Cada experiencia negativa maximiza la próxima experiencia positiva, haciendo que sea más especial y emocionante. De esa forma, cada ciclo de recompensas psicológicas y buenos momentos, hacen que sea más difícil salir de una relación tóxica.
¿Cómo romper ese ciclo y poner fin a la relación?
Para salir de una relación tóxica, el primer paso consiste en reconocer la existencia de ese patrón “adictivo”. Es necesario identificar aquello nos mantiene atados y comprender que esas falsas esperanzas nos impiden ver las señales de alerta con claridad.
La búsqueda de esos momentos de recompensa en forma de cariño y atención se resume a esperar migajas que no pueden satisfacer realmente nuestra necesidad de amor, estabilidad y compromiso. Reconocer eso nos ayudará a desarrollar una visión más equilibrada de lo que está sucediendo, para darnos cuenta de que necesitamos poner punto final.
Asimismo, es importante que mantengamos activas en nuestra mente las razones por las cuales es mejor terminar la relación. Y asegurarnos de colocar obstáculos que nos impidan “recaer”, como eliminar su información de contacto para evitar que en un momento de vulnerabilidad tomes decisiones impulsivas de las que después te arrepientas.
Por último, hay que tener cuidado con las falsas esperanzas que te llevan a creer que esta vez todo será diferente porque a menudo es tan solo un intento de racionalización para volver a esa relación tóxica.
Referencias Bibliográficas:
Gillihan, S. J. (2023) Why It Can Be So Hard to End Even a Bad Relationship. En: PsychologyToday.
Staddon, J. E. & Cerutti, D. T. (2003) Operant Conditioning. Annual Review of Psychology; 54: 115-144.
Zuriff, G. E. (1970) A comparison of variable-ratio and variable-interval schedules of reinforcement. J Exp Anal Behav; 13(3): 369–374.
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